jueves, 12 de diciembre de 2013

GREENWASHING

Dícese del uso engañoso del marketing para promover una percepción errónea de que las políticas o los productos de una compañía son adecuados desde el punto de vista medioambiental. Lo que viene a ser querer subirse al carro de “lo verde” sin contraer un compromiso real con la ecología.


Quiero pensar que hay empresas y corporaciones que están dispuestas a  dar un giro de timón a sus planteamientos para satisfacer a un grupo de consumidores que reclaman cada vez más alto y más insistentemente una vía sostenible y ecológica. Desgraciadamente, hay muchas otras que se limitan a recurrir a un “lavado de cara verde” que, cuanto más logrado, más eficaz, ergo más perverso resulta.



No deja de asombrarme la cantidad de trabajo y dinero que algunas empresas pueden llegar a invertir en” hacer creer algo” en lugar de “hacerlo”, y es triste pensar que si actúan así es porque les resulta rentable.


La gota que ha colmado el vaso de mi asombro ha sido la noticia de que en un pueblo del sur de China, han decidido pintar la montaña de verde en lugar de reforestarla, invirtiendo en ello unos 48.000 €. Ahora las casas parecen tener al fondo, en lugar de una montaña, un decorado gigante de película de bajo presupuesto color verde metálico. Imposible imaginar una imagen más metafórica de "maquillaje verde".




martes, 3 de diciembre de 2013

COLONIALISMO MENTAL


Una nueva moda se está imponiendo con gran fuerza en cafeterías, bares, tiendas y hasta en nuestras casas: la decoración con sacos de arpillera, con especial predilección por los de café venido de países como Panamá o Brasil. Cojines, tapicerías, biombos, pero sobre todo pufs, y sobre todo, de los grandes.


Me pongo a investigar un poco y encuentro desfiles de haute couture donde las modelos lucen prendas confeccionadas con este tejido mezclado con seda y cuero con la leyenda “très chic!”




Resulta curioso que se apoye el uso de este material insistiendo en el concepto reciclaje, como si todos tuviéramos en casa enormes sacos de café de Colombia o caña de azúcar de Brasil y no supiéramos qué hacer con ellos.


La cuestión que se impone es si este material nos resulta atractivo per se, o bien es su característica tipografía y los sellos tamponados lo que desencadena un clic en nuestro imaginario colectivo, seduciendo al pequeño colonialista que llevamos dentro.